¡Mierda, hombre! La vida es viajar. El narrador se ha ido: ha encontrado a Jim, Kim, el loco cósmico apodado Balzac, Alan el americano, Bongo el Negro, y otros más en un barco, montones de sábanas, montones de tornillos, que los llevan a Ibiza, la isla donde el sol reina Amontonados en la parte de atrás, cerca de las cuerdas, sentados con las piernas cruzadas entre su equipaje, fuman y pasan cigarrillos. Es un oficio, una celebración que hay que hacer en común. Tras desembarcar, se encuentran en la terraza de un café, en un rincón del puerto, en una pequeña playa. Nos dejamos llevar, ponemos las palabras una tras otra, las iluminamos, nos reímos. ¡Mierda, hombre! ¿Un poco de H? Un poco de L.S.D. ? Puede ser. Pero, sobre todo, el agua apaga la sed, el pan recobra su sabor, el baño, el sol, las estrellas, el amor, han derribado las barreras entre ellos y la vida real. No hacen nada, creen, se maravillan, reina la fraternidad. Ibiza es la escala. ¿Irán más lejos, a Marruecos, a Nepal, serán expulsados ​​por la policía? Poco importa. Una vieja casa campesina blanca, con contraventanas azules, provoca la nostalgia, el sueño de estos nómadas protestantes, mientras las manadas de turistas, las intervenciones de la policía local, el comportamiento de los nativos, disparan su ironía, exasperan su sonriente desprecio. Todo sirve para confirmarlos en una vida desesperadamente errante, que los acerca a la frescura del mundo, ya las fuentes primitivas del salvajismo. Se sumergen en una experiencia cuya escritura traduce violencia, lirismo y aspereza.

ESPAÑOL